En las oscuras aguas del océano profundo, a 100 metros bajo la superficie, nada el pez duende hocico marrón. Como muchos otros peces de aguas profundas, el pez duende está adaptado para vivir donde llega poca luz, pero lo hace con uno de los ojos más extraños del reino animal.
Para empezar, cada ojo está dividido en dos partes conectadas, así que parece que tiene cuatro ojos. Una mitad apunta hacia arriba y le da al pez duende una vista del océano encima de él. La otra mitad apunta hacia el abismo inferior y es esta mitad la que hace al pez duende único. Los ojos de todos los otros animales usan el cristalino para desviar los rayos de luz que vienen de fuera y enfocarlos en un punto específico de la retina. Pero en el pez duende, el ojo que apunta hacia abajo, usa un espejo, renunciando al cristalino a favor de cientos de pequeños cristales que recogen y enfocan la luz.
Este extravagante animal fue descrito por vez primera hace 120 años, pero nadie había descubierto su ojo reflector hasta ahora porque nunca se había capturado un ejemplar vivo. Hans-Joachim Wagner de la Universidad Tubigen cambió todo eso cuando atrapó en una red un espécimen vivo en la Isla de Tonga en el Pacífico.
Los ojos del pez duende son similares en estructura a muchos otros que nadan en la zona de penumbra del océano, donde la oscuridad es marcada pero no total. La parte principal de cada ojo tiene forma de tubo y apunta hacia la superficie como un telescopio vertical.
Esta forma le permite recolectar tanta luz como sea posible desde arriba y detectar la silueta de animales que anden nadando sobre él. Pero al hacerlo sacrifica la capacidad para detectar otras fuentes de luz de los alrededores, especialmente la luz biolumniscente emitida por otras criaturas de las profundidades. Para detectar ésta, el pez duende tiene protuberancias en el lado de sus ojos que apunta hacia abajo.
Otros peces de las grandes profundidades tienen protuberancias similares; pero sin un cristalino para enfocar la luz recolectada generalmente brindan a lo sumo una imagen borrosa. El pez duende, sin embargo, no necesita un cristalino ya que la luz que entra en su ojo exterior llega a un espejo hecho de un conjunto de cristales acomodados en forma de espejo cóncavo.
Wagner usó simulación por computadora para mostrar que la curva del espejo es perfecta para enfocar la luz reflejada sobre la retina del pez. Le brinda al animal imágenes claras de lo que está debajo de él, desde directamente abajo hasta unos 50 grados en cualquier dirección. Wagner piensa que el pez duende puede incluso cambiar la posición de su espejo, alejándolo de la retina para enfocar objetos cercanos, tal como los humanos pueden alterar la forma de sus cristalinos.
Muchos grupos de animales usan superficies reflectivas para ayudarse a formar imágenes, pero generalmente, estas se encuentran detrás de la retina y reflejan la luz que pasa a través de ella. Esta capa —el tapetum— hace al ojo más sensible y es la razón por la cual muchos ojos de animales parecen brillar en la oscuridad. Pero en el pez duende, el espejo se encuentra delante de la retina y su función es enfocar, no sensibilizar.
El hecho de que el pez duende sea un animal vertebrado hace que sus ojos sean especiales. Los invertebrados tienen una amplia variedad de diseños de ojos, pero los vertebrados, desde los peces hasta los humanos, dependen solo de uno. El pez duende es la excepción y la mitad espejeada de sus ojos podría incluso superar el tradicional modelo que voltea hacia arriba. Reflejando la luz, en lugar de refractarla, este ojo exterior podría producir imágenes más brillantes y con más altos contrastes de lo que el ojo con cristalino haría.
Esto debería darle al pez una gran ventaja en el mar profundo, donde la habilidad para detectar incluso la más tenue de las luces puede significar la diferencia entre comer y ser comido.
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