En julio del año pasado, investigadores en Francia describieron un inquiertante ejemplo de lo que podría suceder si no se tiene cuidado con la limpieza de los lentes de contacto.
Una paciente de 17 años había estado usando lentes de contacto mensuales por mucho más tiempo del recomendado, y enjuagándolos con solución limpia que había diluído en agua potable. El resultado final fué una infección ocular. Afortunadamente un poco de manejo cuidadoso la resolvió.
Mientras tanto, las personas que estuvieron a cargo de este caso, tomaron algo de la solución del estuche de sus lentes de contacto y comenzaron a cultivar cualquier parásito que pudiera crecer en él. Al final obtuvieron un ecosistema completo —todo contenido dentro de una sola clase de amiba. Entre los parásitos dentro de otros parásitos había virus gigantes, un virus que ataca otros virus, y una pieza móvil de ADN que puede insertarse en cualquiera de ellos.
Cuando al principio cultivaron la amiba de la solución de los lentes de contacto, encontraron que contenían dos clases de bacterias viviendo adentro. Pero también encontraron un virus gigante, al que llamaron virus Lentille. Estos virus se conocen desde hace tiempo, y tienden a afectar a las amibas, así que no es una sorpresa.
Mas recientemente, sin embargo, los investigadores descubrieron que estos virus pueden tener virus. O más precisamente virófagos. Infectando una amiba, el virus gigante construye lo que se convierte en una llamada “fábrica de virus” dentro de la célula, donde su material genético es copiado y nuevos virus son construídos de partes codificadas por sus genes. Los virófagos pueden propagarse de amiba en amiba, pero una vez que han entrado en la célula, se dirigen directamente a la fábrica de virus donde pueden replicarse.
Cuando los científicos secuenciaron el genoma del virus Lentille, encontraron algunos hechos sorpresivos. Para empezar, contenía un nuevo virófago dentro de él, al cual llamaron Sputnik. Una amiba infectada liberará partículas de virófagos, sugiriendo que el virus se podría mover entre estos organismos por sí solo. Pero los autores también encontraron una copia del virus insertado en el genoma del virus gigante Lentille. Y si una amiba fuera infectada con uno de estos virus gigantes, empezaría a producir el virófago.
En otras palabras, tiene dos maneras de propagarse. Como cualquier otro virófago, se puede propagar de amiba en amiba, y encontrará casa en cualquiera que también contenga un virus gigante Lentille. Pero una vez que encuentra una, se inserta él mismo en el genoma del virus gigante, asegurando que cualquier futura amiba que infecte tendrá una copia del virófago también. Aunque tiene preferencia de saltar dentro del genoma del virus gigante, puede saltar a cualquier parte. Esto podría causar mutaciones y acelerar la evolución de su huésped.
Observando la secuencia de algunos otros virus gigantes, también concluyeron que el virus Lentille no es el único que acarrea estos parásitos moleculares.
Los autores concluyen pintando una imagen de los virus gigantes como el apoyo a todo un ecosistema basado en el ADN de elementos genéticos móviles, que se extendió a otras amibas (y otros virus) mediante diferentes medios.
Los autores sugieren que solo se ha echado un vistazo a la superficie de esta gran diversidad de parásitos.
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